Siempre estamos pensando en mañana. En cuándo tengamos esto, en cuándo logremos aquello, en cuándo compremos la casa o en cuándo nos casemos ¿Qué pasa si por un día no caemos en la trampa de escaparnos del presente? ¿Qué pasaría en nosotros, si por un momento, no nos ahogáramos en el agua profunda y helada de nunca ser felices hoy?
Es como si hubiera una trampa, adentro o afuera de nosotros. Algo que nos hace creer que siempre nos falta dar un paso. Un mes más, un trabajo nuevo, una pareja que nos haga sentir plenos, el viaje que teníamos pendientes o un nuevo libro por sacar para llegar a un nivel más alto.
Algo me dice (Y estoy segura de que vos también lo presentís) que podemos ser felices hoy. Que hay algo hermosamente bueno en nuestra vida justo en este mismo momento. Que si buscamos mejor, que si percibimos más, que si aprendemos a escuchar la vida adentro y alrededor, encontraríamos mucho por honrar. Mucho por lo cual ser simplemente felices. Hoy. Ahora. Acá.
Tal vez, no se trate tanto de tener, llegar, alcanzar, cambiar. Sino de ser felices ahora por decisión y responsabilidad propia, por serlo ahora sabiendo lo que tengo que ajustar en mí, los errores que voy a perdonarme, con el amor que alguien me está brindando justo ahora y, tal vez, ni siquiera lo agradecí. Tal vez, puedo ser feliz con lo que sueño, con lo que registro que tengo que mejorar o dejar morir en mí.
¿Qué estamos esperando para lanzar ese proyecto? ¿Para terminar esa pareja que no nos hace bien y nos mantiene estancados? ¿Para afrontar los miedos, para arriesgarnos a cambiar? ¿Qué estamos esperando para contentarnos por algo que nos rodea? ¿Para abrazarlo más? ¿Para reírnos y arrugarnos de tanta sonrisa?
¿Qué tiene que pasarnos para animarnos a ser felices hoy?