Hay una inmensa diferencia entre estar sólo y sentirse sólo. Podemos sentirnos solos aunque estemos rodeados de gente. La soledad no es el resultado de la falta de compañía. Tiene que ver con un sentimiento interno que va más allá de si estamos solos o acompañados.
En la actualidad muchos acudimos en busca de compañía y aceptación en las redes sociales. Su uso nos permite hacer amigos, e incluso generar comunidades enteras. Pero se va perdiendo el contacto cara a cara, cuerpo a cuerpo.
Estar conectados con miles de personas en redes sociales jamás va a compensar lo que podemos recibir en un intercambio persona a persona.
Hace miles de años los Humanos vivíamos en un medio ambiente tan salvaje que necesitábamos estar en grupo para sobrevivir. Hoy en día podemos sobrevivir por nuestra cuenta, pero una parte de nuestro cerebro sigue respondiendo a ese mecanismo de autoprotección, de supervivencia arcaico en el cual evalúa la soledad como un peligro.
Por eso tenemos esa necesidad de pertenecer o de ser aceptados por los demás.
En los tiempos que nos toca atravesar es muy importante aprender a estar solos, sin sentirnos solos. Hay algo que es muy cierto. Si no disfrutamos de nuestra propia compañía, cómo vamos a disfrutar de la compañía de los demás, o lo que es aún más serio, cómo vamos a pretender que los demás quieran estar con uno?
El tiempo a solas nos posibilita relajarnos o hacer todo eso que hace tiempo venimos posponiendo.
Muchas veces la sensación de soledad tiene que ver con sentir que no tenemos con quién hablar sobre las cosas que nos pasan. Sentir que nos quedamos fuera de todo, o sentir que no le importamos a nadie. Todo eso no es real. Es sólo una sensación interna que es directamente proporcional al nivel de autoestima que se tenga.
Cuando sentimos que no valemos nada empezamos a tomar distancia de las personas, como un mecanismo de defensa. Por miedo al rechazo o al ridículo, somos los que iniciamos la retirada aún sin haber confirmado la respuesta del otro.
La sensación de soledad es muy usual en gran parte de la población, pero cuando está sensación se vuelve más crónica es cuando debemos prestarle más atención y hacer algo para salir de ese estado tan desagradable.
Lo primero que podemos hacer es reconocer el problema. Reconocer que lo que estamos sintiendo no nos conduce a un buen destino. Y entender que es normal pero no por eso debemos hacerlo una constante en nuestra vida.
¿Qué podemos hacer para desactivar este círculo que nos encierra cada vez más?
1) Revisar nuestras creencias. Desde niños nos van dando información sobre qué es estar solo o acompañado. En general nos repiten que es mejor estar acompañados, o que estar en familia es lo mejor que nos puede pasar, o que quien no tiene pareja debe tener un problema… Es necesario analizar y cuestionar qué creencias tenemos. Preguntarnos qué significado le damos a la soledad. Podemos preguntarnos qué significa para uno mismo estar “solo”. Así vamos a poder descifrar qué creencias nos llevan a tener esa sensación.
2) Ponerle freno a esa sensación con alguna actividad que nos haga sentir útiles o entretenidos. Elegir algo que nos guste hacer, o algo que nos ponga en movimiento nos hará segregar endorfinas, lo cual va a hacernos sentir mejor inmediatamente. Además de ponernos en un espacio donde podemos cruzarnos con personas y entablar nuevas relaciones.
3) Poner nuestro tiempo al servicio de los demás. Ayudar a otros siempre genera una enorme sensación de alegría y aceptación. Brindar nuestro tiempo o conocimientos a alguien que pueda necesitarlo puede redituarnos con creces.
4) Armarse un “lugar feliz” dentro de casa. Un espacio especial donde la comodidad sea la protagonista. Dónde podamos tener a mano nuestros objetos preferidos. Incluso si podemos armar una especie de “altar” para meditar o rezar, también puede ser de especial compañía en momentos de desazón emocional.
Estar solos nos da el tiempo de evaluar que tipo de vínculos queremos habilitar en nuestra vida. Muchas veces hacemos un gran esfuerzo por agradar a los demás y esto nos aleja de nuestra esencia. Dejamos de vivir nuestra auténtica personalidad para coincidir con el resto del mundo. Eso no es para nada saludable, más bien nos estresa y nos provoca un gran distanciamiento con nosotros mismos.
Aprender a disfrutar el tiempo a solas es todo un aprendizaje, pero no es imposible. Es un desafío que puede depararnos muchos beneficios y sabiduría.