Llega septiembre y las florerías exhiben sus mejores productos, se disparan las inscripciones a gimnasios, se larga la temporada alta de casamientos y, sobre todo, recibimos -con los brazos abiertos- a la estación del amor.
Es que, en mayor o menor medida, todas nos vemos afectadas por los cambios estacionales. Septiembre, con su clima cálido, las flores y su paisaje más atractivo, nos pone de mejor humor, con más ganas de salir, disfrutar del aire libre… Y de enamorarnos.
De acuerdo a diferentes estudios científicos, la respuesta a todos estos cambios que experimentamos durante esta estación se debe a la dopamina, un químico natural que usa nuestro cerebro para hacernos querer determinadas cosas.
La dopamina es desencadenada por experiencias novedosas. “Y hay tanta novedad en la primavera”, remarca Helen Fischer, neurocientífica y autora de cinco libros sobre la ciencia del amor. Y agrega: “Hay mucho más color, nuevos olores, la gente se quita la ropa y puedes ver más de ellos. Por lo tanto, hay muchos estímulos nuevos que activan el cerebro y aumentan la dopamina, y te vuelven más susceptible al amor”.
Si bien hay otros sistemas involucrados en la experiencia del amor, la dopamina es la principal causa. Básicamente, la dopamina hace que nos sintamos con más energía, motivados y dispuestos a asumir determinados riesgos. Estímulos relacionados con colores, nuevos olores e incluso con la vestimenta que deja ver más piel, impulsan el cerebro y generan dopamina.
Durante esta estación el cerebro se convierte en una fábrica de dopamina, el causante de que estemos más predispuestas a buscar o fortalecer el amor
Según explica la neurocientífica Noelia Weisstaub, “los humanos tenemos, como casi todos los animales, un reloj interno que dirige nuestro ritmo de actividad y reposo”. Este se encuentra en el núcleo supraquiasmático, es cercano a las 24 horas y se sincroniza a través de la luz.
Después de la oscuridad del invierno, este alargamiento de los días es la señal estacional que necesitamos para dar comienzo a la serie de reacciones fisiológicas y corporales que nos predisponen a ser más felices.
Básicamente, la primavera es el momento de cambiar de piel y de renacer. Para los especialistas, es el tiempo justo para que nuestro espacio interior se nutra con el poder energizante del sol, del aire tibio y del amor.
A la par, con la primavera se incrementa la producción de hormonas como la serotonina, vinculadas al buen estado anímico. ¿Qué genera esto? Repercute en el deseo de mayor y mejor calidad de lazo emocional y sexual. Es que ya lo dice el refrán: ¡Bienvenida primavera, “la que la sangre altera”!