Hace unos años la psicóloga Carol Dweck se preguntó cómo hacían los que seguían adelante con un proyecto o desafío a pesar de tener todo en contra. Se puso seriamente a indagar en la mente de esas personas que asumían retos o problemas y seguían avanzando a pesar de todo.
A partir de sus investigaciones pudo determinar que las personas que sienten que tienen determinada capacidad y no van a poder superarla,
están en el eje de la mentalidad fija. Son personas que creen que son de esa manera y siempre serán así. Creen que no pueden cambiar. Que no son buenos en algo y eso los limita. Este tipo de pensamiento acerca de sí mismos y de su nivel de inteligencia los hace abandonar los desafíos o frustrarse en grande frente a los fracasos.
En la otra vereda tenemos a las personas que entienden que siempre estamos aprendiendo. Creen que son capaces de mejorar y progresar en el sentido que se lo propongan. Poseen mentalidad de crecimiento y eso las ayuda a ser flexibles y positivos al enfrentar dificultades.
Cuando logramos entrar en este estado de mentalidad de crecimiento podemos comprender que los fracasos son la mejor oportunidad de aprendizaje.
Y si pensamos así, nos va a ser mucho más fácil animarnos a ponernos en una situación desafiante o fuera de nuestra zona de confort.
Uno de los secretos para modificar el tipo de mentalidad que tenemos es dejar de decir “Yo soy así y no puedo cambiar” y empezar a decir “Ya voy a poder. – Aún- no puedo pero voy a hacer lo necesario para llegar ahí”.
Pero cómo ganarle la batalla a nuestra propia mente?
Si hacemos un poco de historia podemos ver que cuando somos bebés estamos muy motivados. Todo es alegría de aprendizaje. Para aprender a caminar nos caemos veinte mil veces y nos volvemos a levantar con todas las ganas. Pero qué pasa unos pocos años después?
Tanto los niños, cómo los adolescentes y más tarde los adultos van perdiendo su motivación hacia el aprendizaje y su confianza en lograr lo que se propongan.
Todo esto tiene que ver con el tipo de crianza que recibimos en casa y sobretodo con el paso obligado que hacemos por la educación formal.
Desde el mismo jardín de infantes nos educan para tenerle pánico al error. El sistema de evaluación de la escuela nos coloca en un plano de sirvo o no sirvo, soy bueno soy malo, y otros pueden ser mejores que yo.
Es muy importante entender que nuestro cerebro es maleable, que existe la plasticidad neuronal, o sea que aún siendo adultos tenemos la capacidad de seguir aprendiendo y modificando comportamientos y habilidades. La diferencia estará en la relación que tenemos con la frustración y con el esfuerzo.
Algo que puede hacer la diferencia entre una mentalidad fija y una de crecimiento es la capacidad o la motivación hacia el esfuerzo.
Sabemos que para triunfar vamos a necesitar algo de talento, también será necesario ponerle pasión, pero lo que no puede faltar, y puede hacer una gran diferencia es el nivel de esfuerzo y perseverancia que pongamos en juego. Y ahí está el mayor secreto de esta teoría.
Al entender que siempre estamos en proceso de aprendizaje, y que siempre podemos mejorar, es que podemos setear nuestra cabeza en un estado más optimista frente a los errores que cometemos en el camino hacia alguna meta.
Las personas que sobresalen del resto, como son los deportistas de élite, los científicos o los artistas más reconocidos tienen una particular manera de relacionarse con el esfuerzo. Algo que los distingue es su gran dedicación por lo que hacen, dejando de lado otras áreas de su vida para privilegiar esa en la que ponen toda su pasión y energía.
Cada vez que nos esforzamos o aprendemos algo nuevo estamos fortaleciendo nuestro cerebro. Y esto es directamente proporcional en ambas direcciones.
Por ejemplo, frente a un desafío o fracaso, alguien con mentalidad de crecimiento va a hacer un mayor esfuerzo y por lo tanto va a obtener un logro mayor. Este resultado positivo va a reforzar su estilo mental de naturaleza positiva.
Por el contrario, alguien con mentalidad fija va a desmotivarse frente a un desafío o fracaso, dando de si un menor esfuerzo y logrando así muy poco avance. Lo que va a dar como consecuencia un refuerzo de su actitud mental negativa.
Desde niños tanto padres como educadores nos han hecho sentir que el error y el fracaso son algo negativo y definen quienes somos. Con esta teoría la Dra Dweck quiere hacernos entender que el fracaso y el error pueden ser nuestros mejores amigos.
Por qué? Porque nos obligan a esforzarnos aún más, a aprender cosas nuevas, y esto expande nuestra capacidad cerebral.
El camino hacia una mentalidad de crecimiento es desdramatizar los errores, es naturalizarlos como parte del proceso de aprendizaje o de inicio en una nueva actividad. Es tratar de tomar los errores con humor, con una actitud optimista y más relajada.
Qué podemos hacer en concreto frente a los errores?
– Asumirlos con menos culpa y con más responsabilidad.
– Darnos cuenta cuándo es momento de frenar si las cosas no me están saliendo bien, recalcular, y volver a empezar.
– Darle lugar a la creatividad y la curiosidad, preguntarnos qué podemos hacer distinto que aún no estamos haciendo.
– Aceptar la frustración y la incertidumbre como parte del recorrido.
– Jugar más, como los bebés, que se caen, se ríen y vuelven a empezar.
Es lo que la doctora llama “el poder del aún”. Ese “aún” nos amiga con el camino a recorrer más que con la ansiedad por llegar victoriosos al resultado.