“Cómo estás”, debe ser la pregunta que más escuchamos a lo largo del día, pero pocas veces nos detenemos para revisar la respuesta antes de darla. Hoy queremos recordar la relación que mantienen nuestros sentimientos y emociones con nuestro cuerpo físico y cómo el aprender a leerlo, nos beneficia y nos orienta para comprender cómo nos sentimos.
Tu postura, tu manera de respirar, de mirar, tu forma de apoyar una parte o completa la planta de tus pies sobre el suelo, la textura y luminosidad de tu piel y hasta tu tono de voz, te hablan acerca de lo que estás viviendo y atravesando a cada momento.
Algunos ejemplos para aprender a leer las emociones en nuestro cuerpo:
Revisá tu forma natural de pararte. Un torso inclinado pronunciadamente hacia adelante, nos habla de un gran peso que llevamos sobre la espalda, una gran responsabilidad, una carga de la cual no estamos pudiendo liberarnos.
La cabeza continuamente hacia abajo, se asocia con la falta de objetivos y de metas que nos asignen voluntad para avanzar. También, está asociada a la falta de autoconfianza. (Y si lo analizamos un poco, es bastante lógico que una persona que no confía en sí misma no logre crear metas y objetivos fuertes).
El rostro y la mirada opaca. Relación con una sensación de estar “apagados”, desmotivados, manteniendo una vida deshidratada. Se vincula, también, con exceso de estrés, revelando la necesidad de incluir mayor tiempo libre a la semana y mejor calidad de descanso.
El pecho oprimido, apretado. Angustias que no han sido liberadas y que se aprisionan adentro nuestro. Necesidad de liberar emociones.
Tensión en la zona de la cabeza, de los ojos, entre cejo, cuero cabelludo demasiado rígido. Indican pensamiento poco flexible, ideas repetitivas que nos sobrecargan internamente, necesidad de flexibilizar perspectivas, dejar de dar tantas vueltas mentales a un asunto, falta de ejercicio y actividad física para salir de la mente.
Aprender a percibir y a leer nuestro lenguaje corporal es una gran herramienta para identificar cómo estamos hoy.