Ellos no necesitan nombres, ni etiquetas, ni pertenecer a clanes especiales. Los niños viven su espiritualidad en forma natural e instantánea y, por eso, tenemos mucho que aprender y observar de ellos.
Su conexión con los animales y la naturaleza: la mayoría de los niños aman los animales, piden mascotas, abrazan a perros enormes que duplican o triplican su tamaño. Sienten gran conexión y amor instantáneo por ellos. Te invitamos a que este fin de semana, intentes pasar tiempo con tus hijos estando en la naturaleza y jugando al aire libre, regulando el uso constante (Al menos por un rato) de dispositivos y juegos electrónicos. Recordales cuán divertidos y libres podrán sentirse.
Su manera de acercarse o abrazarte cuando, de algún modo, saben que no te encontrás bien: Muchas veces, no entendemos cómo lo saben, pero lo saben. Nuestros hijos y niños de la familia, portan una gran intuición y empatía que les permiten captar estados emocionales y energéticos en forma natural. (Por eso, hacemos tanto refuerzo en mantener ambientes armónicos y saludables a su alrededor). De repente, llegan y te abrazan o se acomodan en silencio con sus manitos sobre nuestra espalda o pecho. (Estoy convencida de que, a su manera, nos están curando). Del mismo modo, habrás observado que tienen gran facilidad para reírse cuando otros ríen o llorar cuando alguien más lo hace.
Su mirada sin limitaciones: Cuantas veces nos cuentan sobre lo que ven o los encontramos con su mirada detenida en espacios donde, nosotros, no somos capaces de captar ninguna situación. Se sorprenden porque se lo permiten, se entusiasman porque sus corazones son libres para empezar de nuevo todas las veces que sea necesario.
Tal vez, la espiritualidad sea mucho más simple de cultivar de lo que nosotros pensamos. Tal vez, sea volver a vivir simples y en conexión plena con nuestro alrededor. Y, por suerte y por belleza, ya tenemos a estos lindos maestros a los cuales contemplar.