Muchas veces, adoptamos un rol de “eternos sostenedores” en nuestros vínculos, ocupando un lugar en el cual todos se apoyan en momentos difíciles, nos llaman constantemente para contarnos sus dificultades y hasta pareciera que, implícitamente, fuera nuestra responsabilidad sacarlos adelante. Solo nosotros nos hemos dejado ubicar allí y únicamente nosotros podemos decretar sacarnos.
Cuando ocupar este lugar no te afecta, entonces no hay nada que hablar, pero cuando estás verdaderamente saturado de sentirte el sostenedor de tus relaciones, entonces es tiempo de accionar un cambio por el bien de vos mismo y por esas personas a las que amás.
Sobre todo, porque ubicarte en ese lugar provoca que la otra parte (Tal vez, inconscientemente) no llegue a percibir que vos también necesitás contención, que vos también tenés tus asuntos personales y quisieras un abrazo o una palabra de aliento, de vez en cuando. Tu fuerza y tu potencia deberían tener reservas, también, para vos mismo.
Creo que lo más dificultoso de estas situaciones es que uno puede llegar a sentir una gran culpa internamente por querer decir “no quiero ni puedo sostenerte más. Lo que quiero y lo que puedo es acompañarte a realizar tu propio proceso, atravesando con vos y no por vos esta parte de tu viaje”.
Trabajar en este aspecto es una gran forma de comenzar a sanar todas nuestras relaciones y enraizar nuestra propia energía para que podamos establecer límites saludables, vínculos sinceros y recíprocos y donde realmente podamos nutrirnos sin consumir la energía del otro. Acompañar no es lo mismo que sostener.
Acompañar es un acto de amor, de elección, de unirnos para un propósito de bien. Sostener es tomar la responsabilidad por el bienestar de alguien más.