Hay quienes nos enseñan que nuestro último error es nuestro mejor maestro. Hoy queremos reflexionar juntas sobre la importancia de asentar las experiencias, de integrarlas, de aceptar lo que es y las decisiones tomadas, para poder sanarnos y seguir adelante.
Mirar hacia un costado solo nos demora el encuentro: Negar una experiencia dolorosa, una pérdida o la sensación que sea que estamos tratando de evitar reconocer en nosotros, no la hará desaparecer. Todo lo contrario, se irá cristalizando y moviendo por dentro hasta encontrar el momento y la manera de salir. Cuando el tiempo pasa y no hacemos nada para sanar esta situación, se termina generando un hábito o un síntoma en nuestro cuerpo que puede dar un desequilibrio o cuadro de enfermedad.
Si pasó, te dejó algo:
Todo lo que vivimos deja una marca y una presencia en nosotros. Algunas son más bellas o luminosas que otras. Hacé el intento de conectar con esta situación que te duele o te tiene amarrada al pasado o al miedo y tratá de ver cuál puede ser el mensaje o aprendizaje que podrías extraer de allí. Con qué otros aspectos de tu vida o de tu historia podrías relacionarla??
- Cuáles son las dificultades que más te enseñaron?
- Hay alguna que se sigue repitiendo y no lográs trascender?
En vez de resistirnos o negar lo que fuimos viviendo, aunque se sienta desagradable, necesitamos aprender a tolerarlo, llamarlo por su nombre y mirarlo de frente. Con ese material integrado es que podemos accionar y trabajar para sanarnos y recuperarnos paso a paso. La famosa frase de “Abrazar el dolor” no significa que nos apeguemos a lo que nos daña, sino que, precisamente, podamos amigarnos con la experiencia y disponernos a sanar a través de la integración y el aprendizaje.
Una vez leí una frase que, siempre, me sigue gustando mucho y que decía algo así como “Toda la vida es como un solo día de escuela”.