Algunos de nosotros solemos ser extremadamente autoexigentes y andamos por la vida creyendo que portamos la capa poderosa de súper hombres y súper mujeres. Pasamos los días, accionando por los demás, resolviendo todo tipo de asuntos ajenos, demostrando a quién sabe quién que somos capaces de dar siempre un poco más.
Pero nosotros, también, necesitamos aprender a pedir, comprender que no podemos ser siempre sostenes y gestores de felicidad. Hoy te compartimos tres situaciones en donde la vida te obliga a bajar la guardia y te recuerda dejarte cuidar:
Un dolor intenso: Hay momentos en donde el cuerpo realmente te pide parar. El síntoma puede ser bien distinto en cada uno de nosotros, pero por ejemplo puede manifestarse como un intenso dolor de cabeza que impide totalmente abrir los ojos y desplazarte. Es importante que prestes atención a este tipo de aviso. Cuando el dolor es tan punzante que te impide accionar, honrá tu cuerpo deteniéndote sin resistir.
Un accidente repentino: Pasan todo el tiempo a nuestro alrededor, pero por alguna razón que desconozco, pensamos que nunca nos toca a nosotros. Un accidente o daño repentino te sacude tanto mentalmente como físicamente porque no lo esperabas, porque cambia tus planes, porque por mucho que luches, vas a necesitar que te cuiden y te acompañen hasta que te repongas.
Alguien que te cura con verdadero amor: Dicen que un gesto de amor verdadero es capaz de quebrar la muralla más fuerte y más alta. Por más cursi que suene, estoy convencida en mi alma de que así es. Cuando alguien te trata con tanta dulzura, con esmero y sencillez para dar, provoca que te abras, que derritas las rejas del corazón y desalojes a todos esos guardias que custodiaban tu sensibilidad. A veces, dejarte caer, es levantarte de un gran miedo.
Me gusta pensar (y sentir) que el súper poder, tal vez, no sea esa entrega desmedida que sobrepasa nuestros límites y termina por dañarnos y congelarnos por dentro, sino tener coraje y valor para abrirnos y sanarnos en lo simple: Un mimo dulce, a un abrazo cicatrizante, un descanso deseado, un desayuno en la cama.