Por muchas cremas y tratamientos que nos hagamos para vernos jóvenes y radiantes, si cultivamos un patrón de pensamiento negativo, pesimista y demasiado rígido, la juventud, no será precisamente lo que reflejemos en nuestra piel.
La falta de esperanza nos opaca: Soñar nos ilusiona, nos inspira, nos devuelve la luz por dentro y por fuera. No pierdas tus esperanzas ni abandones tu búsqueda de ser y vivir la felicidad, porque nada nos deprime ni nos avejenta más que perder nuestro sentido de vida. Caminá con el corazón.
El miedo constante nos deja más expuestos: No podemos vivir atemorizados y, sin embargo, muchas veces nos encontramos haciéndolo. Nuestras células se afectan en función de nuestros pensamientos y emociones y bien sabemos que atraemos lo que más vibramos. Irradiá belleza enamorándote de la vida y aceptando sus oportunidades y sus tiempos.
La envidia nos reseca: No saber alegrarnos por los demás o compararnos constantemente nos reduce nuestras propias posibilidades. Si te encontrás resentido en estos momentos, revisá por qué te estás sintiendo así. ¿Es, realmente, culpa de alguien más que nosotros no seamos capaces de construir nuestra felicidad en armonía? Probemos el camino contrario y aprendamos de quiénes avanzan como nos gustaría.
Preocuparnos todo el tiempo nos mancha el corazón: Iluminemos y limpiemos nuestra energía. Trabajemos sobre estas situaciones que nos mantienen 100% preocupadas para comenzar a dar pasos (Aunque sean pequeños) accionando para transformar y crear soluciones. ¿Qué podemos mejorar hoy?
Cultivemos nuestro espíritu con actitudes y actividades expansivas, luminosas. Equilibremos el compartir y el brindarnos tiempo para serenarnos y aquietarnos. Pasar tiempo solos también es importante para reflexionar y dejarnos sentir.
Que hoy no todo sea tan grave, que hoy no todo sea tan serio.