Si constantemente le demandamos a otras personas que nos cuiden, que nos brinden toda su atención, su tiempo, sus demostraciones de afecto, probablemente tengamos que trabajar fortaleciendo nuestra autoestima y valor personal. Una de las maneras efectivas de lograrlo es aprendiendo que no podemos exigirle a otros el cuidado que nosotros mismos no nos brindamos:
Verifiquemos lo que tanto pedimos: Hagamos un recuento. Registremos lo qué más pedimos a nuestra pareja, amigos o familiares a quien le exigimos cuidado. Luego, evaluemos si nosotros mismos nos estamos brindando esas atenciones. ¿Por qué pensamos que es responsabilidad de alguien más el mantenernos a salvo y en armonía?
Elijamos siempre por nuestro mayor bien: Hagamos el ejercicio de, por una semana, elegir cada pequeña decisión diaria, teniendo en cuenta si nos hace verdaderamente bien. Parece algo obvio pero te aseguro que no lo hacemos tan seguido. Desde lo que comemos, la cantidad de agua que tomamos, las reuniones con quienes agendamos, la manera en la que permitimos que nos hagan sentir.
Impulsemos el cambio desde la aceptación: Cuando tenemos que transformar algo en nuestra vida, en nuestro cuerpo, en nuestra experiencia diaria, es importante que no lo hagamos desde el odio al pasado o la situación en sí. No funciona de esa forma porque encadenamos la transformación a una emoción muy negativa como el odio o resentimiento. Hagamos aceptación de lo que tenemos para cambiar y con amor y comprensión comencemos nuestro trabajo para lograrlo.
Cuidarnos fortalece nuestra relación más importante, aquella que tenemos con nosotros mismos y nos permite recuperar el valor personal enraizando nuestros propósitos, sanando heridas emocionales y volviéndonos responsables de nuestra realidad. ¿Te recordaste hoy cuánto te querés?