El aumento en la cantidad de vuelos ha aumentado considerablemente en los últimos años. Cada vez más personas deben trasladarse por trabajo o compromisos personales a otros lugares, y muchas otras realizan sus vacaciones en destinos que requieren un traslado en uno o más aviones.
A pesar de la comodidad y practicidad que significa el uso del avión para viajar, este método de transporte podría ocasionar problemas en la salud, comenzando por la noche previa al vuelo en la que muchos no pueden conciliar el sueño, el viaje al aeropuerto que se hace interminable, la espera en el check in y la ansiedad que generan estos trámites, que incluyen sudoración en las manos, taquicardia, desmayos, llantos incontenibles y hasta la sensación de no poder respirar. Estos síntomas, que pueden parecer exagerados, son los típicos que sufre alguien que tiene fobia al avión, como señala un artículo de La Nación.
Y según señala en aquel medio el Dr. Claudio Plá, integrante de la organización Poder Volar, “este miedo se desarrolla mayoritariamente por malas experiencias en vuelos, información sobre accidentes, o antecedentes de miedo en familiares cercanos. También el stress o ciertas crisis vitales suelen estar asociados, ya que aumentan la vulnerabilidad a los miedos en general”.
Por otro lado, una nota del Diario Clarín señala que, cuando se viaja en avión, la altura de crucero es de 9000 a 13000 metros, dependiendo de las distancias. A esa altitud, la presión atmosférica es tan baja que la cabina debe ser presurizada, a medida que asciende, para garantizar la seguridad y confort de los ocupantes. La presión generada en la cabina es de alrededor de un 75% de la existente a nivel del mar; esto implica un 25% menos de oxígeno, pudiendo generar un verdadero riesgo en pacientes con dificultades respiratorias.
Además, como destaca el periódico mencionado, en pasajeros con enfermedades cardiorrespiratorias, como la EPOC, la fibrosis pulmonar, la insuficiencia cardíaca, la enfermedad coronaria, la enfermedad cerebrovascular, entre otras, pueden traer complicaciones de diversa severidad. Los trastornos suelen surgir por 2 mecanismos: hipobaria (baja presión atmosférica) e hipoxia relativa (baja cantidad de oxígeno). Esta última ocasiona síntomas como: falta de aire, palpitaciones, confusión, mareos, convulsiones, dolor de pecho, infarto de miocardio y accidente cerebrovascular.
Finalmente, las conclusiones de un trabajo llevado a cabo por el Baylor College of Medicine indican que los viajeros que utilizan demasiado el avión (los llamados en el mundo anglosajón ‘frequent flyers’) tienen el mismo riesgo de padecer cáncer que los obesos. La principal causa es el ‘jet lag’, culpable del incremento de los ácidos biliares que el hígado genera. Ello hace aumentar drásticamente los riesgos de contraer una enfermedad, según indica una nota de El Confidencial.