Muchos de nosotros y, sobre todo las mujeres, pareciéramos entrenarnos en agudizar nuestra visión para encontrarnos defectos o aspectos a mejorar. Pero, enfocarnos, todo el tiempo, en lo que no nos gusta de nosotros, nos aleja de la armonía y nos provoca distorsionar la realidad, creando imágenes nuestras que, seguramente, no coinciden en nada con lo que verdaderamente somos. Hoy, te compartimos algunas ideas que pueden inspirarte a dejar de obsesionarte contigo mismo:

Honrar tus virtudes: Cada semana, proponte seleccionar una virtud o cualidad personal que tengas y decídete a honrarla, agradeciéndola y tomando un pequeño tiempo diario para pulirla. Si, te gusta tu manera de escribir, entonces comienza un diario o un blog en el que puedas expresarte e inspirar a otros. Si te sientes a gusto con tus piernas, practica tus deportes favoritos y anímate a usar ese vestido que te hace sentir radiante.

En vez de quejarte, toma las riendas: No desperdicies horas del día mirándote, una y mil veces, las estrías o el abdomen. Si tu angustia viene porque sientes que necesitas bajar de peso, entonces basta de quejas y sal a caminar o a correr una vez por día. Mejora tu actitud, tu alimentación y tu cuerpo y tu mente lo reflejarán.

Mirar un paso más adelante: Cuando cambiamos de perspectiva, surge un nuevo mundo que no habíamos contemplado. Del mismo modo, cuando dejamos de estar pendientes de nosotros mismos como si fuéramos el centro del universo, nuestra atención se posa en una modalidad más creativa, armoniosa y agradable. Mirar un paso más allá de nosotros es lo que, muchas veces, nos permite descubrirnos verdaderamente.

Recuérdate con carteles luminosos: Que a nadie le interesa si te ha salido una cana nueva, un sarpullido antes de la fiesta o si tus brazos comenzaron a redondearse. Nuestras relaciones (Al menos, las que valen la pena) no nos eligen por nuestro tipo de cabello o por no tener erupciones en los momentos importantes.

Disfrutemos de quienes somos, intentando mejorar nuestra relación personal y aceptando que, tal vez, la perfección, sea encontrar un equilibrio entre quienes ya somos y quienes quisiéramos llegar a ser. Siempre recordando que ese trayecto, debe ser disfrutable y amigable con nosotros mismos.