Tu hogar es tu refugio, tu lugar para crear, para encontrarte con tu centro, para ser plena felicidad, para permitirte estar solo, para invitar a quienes quieras, para escucharte y relajarte. Al llegar a tu hogar, dejá tu día y la ciudad afuera.
Cambiate de ropa y entregá tus zapatos: Tus pies ahora descansan, vuelven al interior, se calman. Al llegar a tu depto, intentá sacarte la ropa que utilizaste durante todo el día para cambiar la energía y bajar revoluciones. Es una forma simbólica de respetar y cuidar tu lugar.
Elegí escucharte: Tratá de menguar el sonido ambiente externo con aberturas especiales o con buenos cortinados que te ayuden aislando un poco el ruido de la calle, sobre todo, en la habitación. Acondicioná con música que te guste y sientas que te da clima.
Conectate con tus ambientes: Destiná tiempo, energía y recursos para ir acondicionando los espacios, poco a poco. Sentirte en un entorno agradable y que te identifique, no es un detalle menor y te aseguro que transforma tu experiencia diaria. Como dicen por ahí… Una casa no es lo mismo que un hogar. ¿A dónde te gustaría entrar al volver de una larga jornada?
¿Cómo se siente tu espacio y cómo te sentís vos? Hacé el ejercicio de simplemente estar ahí. Vivenciar tu hogar y sus sensaciones y sentirte a vos mismo vibrando allí. Recostarte en el suelo apagando la mente y encendiendo una respiración suave y profunda para ser, relajar, conectar, vibrar.
Que volver a tu casa sea volver a vos.