“Un diario personal es un lazo con uno mismo cuando se pierden todos los lazos, cuando todas las cosas en las que uno creía se desquiciaron”, dice Jonas Mekas (cineasta lituano). Y la frase se nos viene a la cabeza más que nunca en estos días de encierro, de tanta información, con los chicos en casa, el trabajo on line, la falta de espacios (externos e internos), y desajustes económicos. La vida se nos puso patas para arriba. Se nos dieron vuelta estructuras, ganas, proyectos. Pateamos juguetes, pero también nuestros miedos. Y una vez más, nos tenemos que reinventar. O en eso andamos.
Y sí, seguramente todos quisiéramos que esto no hubiera pasado, que no esté pasando, que se acabe rápido. Mientras tanto, pasa. Y de golpe, en las redes abundan ideas, tareas, clases on line, juegos para hacer con los más chicos, actividades, recomendaciones de series, libros y más. Desde acá no queremos que te estreses con todo lo que “tenés que hacer”, pero sí, sumarte alguna herramienta que te ayude a pasarla mejor. Como escribir, por ejemplo.
Como dice Norma Osnajanski en su libro “Escritura Meditativa” (Editorial Vergara): “Escribir las vivencias, las alegrías y los temores. Escribir desde la sombra, el amor y el dolor. Escribir desde el cuerpo y el silencio. Escribir para encontrarnos a nosotros mismos desde nuestras verdades más profundas, que son las únicas a las que podemos tener un acceso con sentido”.
¿Cómo entrenarnos para atravesar las crisis vitales e incorporar creativamente los cambios inevitables? Se pregunta Osnajanski en el libro. Y asegura que si estamos dolidos, angustiados, furiosos, aburridos, o frustrados, tal vez sea momento de probar nuevos rumbos. Y aquí, entra en escena la escritura, como ejercicio de autodescubrimiento continuo y vital. Para encontrar nuestra voz. Ponernos en contacto con nuestra historia. Y poder mirarnos con honestidad. Una escritura que se dejará llevar por el goce y la experimentación. Sin normas, sin reglas.
La idea es que podamos decir nuestros miedos, ganas, e inquietudes. Y que nos enfrentemos a ellas. Que desandemos caminos. Que desarmemos nudos. Que volvamos al diario íntimo. A volcar nuestras luces y sombras en el papel. Nuestras experiencias y dudas. Drenemos la mente. Descarguemos el alma. Y sepamos, que cuanto más practiquemos la escritura, más poderosa se volverá la herramienta. Más transformadora.
En su libro, Osnajanski nos regala un montón de ejercicios e ideas de escritura creativa para que nos encontremos con nosotros mismos. Pero también una lista de sugerencias para que tengamos en cuenta quienes queramos empezar a escribir un poco todos los días.
- Explora cuál es tu momento y el lugar adecuado para la práctica, y asegúrate de que este material íntimo y privado, permanezca fuera de la mirada de otras personas, para que tu libertad de expresión no se vea inhibida.
- La clave fundamental es la disposición a perder el control y escribir literalmente todo lo que vaya fluyendo por tu mente en ese momento. Escribir todo, cualquier cosa, por estúpida, loca o pecaminosa que parezca. Si la encuentras sin sentido, aburrida, inentendible… ¡no importa! Hay que seguir adelante. Es imposible hacerlo “mal”.
- Hay que olvidarse por un ratito de lo que consideramos lógico, correcto o educado. La duración de ese “ratito” la decide uno: 15 o más, dos o tres carillas.
- Es necesario escribir sin detenerse a pensar, como si simplemente oyeras lo que está “hablando” tu mente y te limitaras a obedecer ese dictado.
- No taches ni corrijas mientras escribes, aún si estás saltando abruptamente de un tema a otro y llegas a algo que no tenías pensado escribir.
- La ortografía, la puntuación o las formas gramáticas no importan. Ni siquiera te preocupes por mantenerte dentro de los márgenes o los renglones de la página.
- ¿Escribir a mano o en la computadora? La escritura manuscrita es orgánica: es muy distinto el ritmo mecánico y apresurado del teclado, que el de un texto escrito sentidamente a mano.
- La mano no se debe detener. Ésta es la regla de oro para la escritura meditativa. Por regla general, es difícil “congelarse” si estás en movimiento, así que muévete sobre el papel, no dejes de moverte. Si te vas frenando y surge la tentación de detenerte a penar, no lo hagas: repite la última palabra o frase cuantas veces sea necesario hasta que el bloqueo desaparezca y vuelvan a fluir otros pensamientos y otras palabras salgan a la superficie. Esto sucederá y te llevará por otros caminos. Síguelos.
- Cuando aparece algo que es demasiado crudo o atemorizador no te detengas. Continúa. Una vez más no controles.
Y si no sabés de qué escribir, hacete aquellas preguntas vitales a las que muchas veces les escapamos: ¿En dónde me gustaría estar en este momento de mi vida? ¿Qué me da miedo? ¿Qué cosas importantes no estoy atendiendo? ¿Cómo me gustaría ser recordado? ¿Qué quisiera estar viviendo?
Ahora, manos al papel. Y si querés leer un poco más acerca de la práctica de las “Tres Páginas de la Mañana” (que se súper relaciona con todo esto), podés leer esta nota que hizo el equipo de Soy Mujer. ¡Hasta la próxima!