Constantemente, estamos mirando nuestro cuerpo. En un espejo, en los vidrios o a través de la lupa crítica y rigurosa de nuestra propia auto exigencia. No tenemos demasiada idea de cómo nos sentimos en nuestro interior o del estado de nuestra energía, pero conocemos de memoria y, casi a la perfección, cada parte de nosotros que quisiéramos aumentar, reducir o hacer desaparecer. Hoy te proponemos un ejercicio sencillo para reconectarte con tu cuerpo desde adentro, intentando, al menos hoy, dejar de mirarnos y comenzar a sentirnos.
Acondiciona el lugar, encontrando un espacio en el que puedas relajarte. Previamente, desconecta tu celular, tu computadora y, si es posible, realiza esta práctica en silencio para sumar oído interior a lo que tu cuerpo te demande.
Ubica una postura cómoda, estando de pie. Separa las piernas respetando el ancho de tus caderas y mejora la posición de tu espalda, llevando los hombros ligeramente hacia abajo y hacia atrás. El mentón debe estar paralelo al piso y la coronilla debe apuntar hacia el techo. Activa tus brazos, separándolos un poco del torso y separa los dedos de las manos. A esta postura se la conoce como “La montaña”.
Lentamente, cierra tus ojos y comienza a practicar respiración abdominal. Inhala, llevando todo el aire hasta inflar tu panza y, al exhalar, siente como el ombligo se vuelve hacia atrás, hacia tu columna. Mantén tu concentración en el circuito del aire, recordando que esta es la manera más efectiva para lograr concentración y foco.
Ahora comienza a sentir tus pies. Lleva tu atención internamente (Sin abrir los ojos) hacia cómo estás pisando. Cómo te sientes parado en la tierra, en este momento presente. Siente las energías de ambos pies, si están cómodos, si logran equilibrarse o si, de lo contrario, no alcanzan estabilidad. Recuerda que la manera de pararnos, representa nuestra forma de presentarnos ante la vida.
Revisa internamente, la situación de tus piernas y de tus caderas. Envía con tu imaginación, una energía que puedes visualizar en color rojo, para revitalizar toda la zona y darte fortaleza, pero también flexibilidad para fluir con el movimiento de tu vida. Sin estancarte, sin resistirte al cambio.
Ahora, coloca las manos sobre tu abdomen y concéntrate en percibir su estado. Visualiza como la luz que era roja, se vuelve naranja y refuerza tus centros expresivos y relacionales. Pregúntale a tu cuerpo qué necesita para equilibrar esta zona.
Sube tus manos hasta el pecho y posiciónalas sobre el corazón. Aquí respira en forma más profunda y concéntrate sólo en sentir. Hay vínculos por sanar. Pregúntate cuáles son. Perdónate y perdona. Ábrete a todo el amor que eres capaz de dar y que te mereces recibir. Al menos hoy, permítete un cumplido y aprende a agradecerlo, sin disminuir tu trabajo o tus esfuerzos.
Cuando te sientas listo, sube tus manos hacia tus oídos y tapa tus orejas, formando un cuenco con tus dedos. Conéctate allí. ¿Qué estas tratando de evitar recibir? ¿Qué está costando ser escuchado? Enfoca tu energía y tu intención en reconectarte con la verdad y en aprender a escuchar la sincronicidad de la vida a tu alrededor.
Ahora, baja tus manos a la posición inicial y sólo escúchate. Tu cuerpo será capaz de entregarte un mensaje, si te dispones a escucharlo sin prejuicios ni exigencias. Acépatelo y agradécele por todas las experiencias que has recibido gracias a él. Comprométete en el día de hoy a dedicar, al menos, un cuidado de cariño a todo tu cuerpo para regalarte bienestar y agradecimiento. Practica el aprender a mirarte desde adentro y encontrarás un reflejo y una imagen que te harán sentir bendecido.