Ya tenés bien claro que tu salud física no solo depende de cómo cuides tu cuerpo. Tus emociones, tus actitudes y tus entornos también impactan definitivamente sobre él. Hoy repasamos juntos, dos cambios emocionales que te conectan con el bienestar y con la salud.
Pensar bien: Aprender a limpiar nuestra mente, a comandar nuestras ideas, a no dejarnos llevar por un torbellino interior. Es una de las claves para una vida plena. Hagamos el ejercicio de rastrear nuestros sistemas de creencias y eliminemos, definitivamente, aquellos patrones que nos roban la vitalidad, la alegría, el descanso y la calma. El exceso de prejuicios, los celos constantes, el mal trato a uno mismo, el pesimismo por deporte y la crítica excesiva, solo provocan rebajar tu energía, enferman tu cuerpo y atraen malos entornos.
Tratarte bien a vos mismo: ¿Cómo hablás de vos? ¿Con quiénes compartís tu tiempo y tu energía? ¿De qué manera te curás y te restaurás? Tenerte paciencia, respetar tu cuerpo, honrar tus ritmos y tus necesidades, forman parte de una larga cadena de buenas acciones que necesitamos naturalizar con nosotros mismos.
¿Qué otras actitudes pusiste en práctica, a lo largo de tu vida, que te hayan ayudado a vivir más sano? Compartirlas, seguro sanan a alguien más…