“Lo que se resiste persiste”, dice la frase tan conocida que nos recuerda Silvina Cecchi, Coach Personal y Nutricional, y miembro avanzado de la Asociación Latinoamericana de Ciencias Comportamiento. Es que hablando de procrastinar, la idea calza justo. Silvina explica que esta acción tiene que ver con posponer o aplazar tareas, deberes y responsabilidades, por otras actividades que nos resultan más gratificantes pero que son irrelevantes.
¿De qué forma lo hacemos? A veces viendo televisión o internet, pasando horas en las redes sociales scrolleando “la nada”, jugando a los video juegos, yendo de compras, e incluso comiendo: “Generalmente las razones principales para posponer una actividad o responsabilidad se asocia con el miedo de no ser lo suficientemente bueno, o a la frustración, tener que encarar una nueva forma de hacer las cosas, moverse de la zona de confort, inseguridad sobre el resultado, ansiedad, cansancio, o baja autoestima”, explica Cecchi.
El dato es que en general, las personas que procrastinan suelen posponer las cosas para una fecha indefinida bajo la excusa de que en algún momento “mágicamente volverá la motivación” para hacerlo. Pero no sólo esto no sucede, sino que mientras postergamos, sentimos culpa por no hacer lo que debemos y nos frustramos.
¿Quiénes son en general quienes más procrastinan?
- Personas “Dadoras”: postergan bajo el lema de “primero están los demás”. Suelen tener dificultades para decir “no”, y tienden a dejarse en último lugar por los demás (ya que necesitan ser reconocidas y apreciadas por su entrega hacia los demás).
- Personas “Cuestionadoras”: aquellas que necesitan tener en claro cuál es el beneficio que les trae esa tarea. Buscan claridad sobre el “para qué” de su acción como motor motivante o nunca lo harán.
- Personas “Abridoras de proyectos”: a las que les genera adrenalina generar proyectos. Sin embargo, abren tantos focos a la vez, que ese “multitasking” termina generando dispersión y mala organización, lo que lleva a la frustración, y el abandono posterior.
Si te identificás en alguno de esos grupos y querés cambiar la actitud, Silvina nos da nueve tips para poner en práctica hoy mismo:
- Hacer las tareas que te pesen a primera hora de la mañana: cargar todo el día pensando en lo que “debes hacer”, agota tu energía emocional y erosiona la voluntad. Te puede resultar útil poner fecha y hora para esa tarea en tu agenda y comprometerte con ella.
- Tener en claro el beneficio que te aporta el cumplir con tu objetivo: es importante encontrar una fuente de motivación. Cuando entiendo “para qué hago lo que hago” se ve con claridad el beneficio del resultado. Podés agarrar lápiz y papel, y anotar todas las razones válidas para llevar adelante tu meta.
- Identificar las excusas que te decís para no avanzar: cuando una persona procrastina siente culpa y frustración. Sin embargo, las justificaciones que se dice para evitar la culpa terminan sintiéndose como muy ciertas. ¿Un ejercicio para hacer? Armá un listado honesto con todas las excusas que te solés decir para no avanzar. Luego cuestioná cada una para medir cuánto de cierto encierran estas ideas.
- Registrar el miedo o malestar que te genera ese objetivo: preguntate “¿Qué es lo peor que puede pasar?” Ponerle nombre y apellido a los miedos los hace más chicos y manejables. El miedo paraliza cuando siento que la amenaza es más grande que los recursos que tengo para enfrentarla.
- Si tu objetivo es grande, lo ideal es armar un plan con mini objetivos: todo lo que hacés cuenta. No importa que sólo sean 30 minutos. Lo importante es perseverar. Para esto te puede resultar útil un planner donde marques qué vas a realizar cada día. Es primordial que lo que te propongas sea realizable y funcional a tu estilo de vida, para no caer en falsas promesas que solo te generen frustración y enojo con vos mismo.
- Abrir un proyecto a la vez: en el caso del multitasking, es clave darse cuenta cuándo estás perdiendo el foco y cayendo en la desorganización que lamentablemente te llevará a no avanzar. Si tenés muchas ideas a la vez, lo mejor es anotarlas, ponerles orden de prioridad y ejecutar una por vez.
- No dejes que lo perfecto sea enemigo de lo bueno. Muchas veces las personas procrastinan por no sentirse suficientemente buenos para lograr lo que se proponen. Otras son tan extremadamente perfeccionistas que pierden el tiempo en un puntillismo exagerado sintiendo que nunca nada está terminado, o a la altura de sus expectativas. En estos casos es importante tomar consciencia del grado de exigencia interna impuesta para cada objetivo. La mirada externa de un colaborador puede ser de mucha ayuda para ajustar las expectativas de una forma realista.
- Si no te animás pedí ayuda: si sentís que no podés avanzar, o que no encontrás la motivación a pesar de intentar por todos los medios, animate a pedir ayuda tanto a compañeros y amigos cercanos, como a un profesional que colabore con vos en armar un plan de acción que te aporte la claridad y el empuje que estás necesitando.
- Concentrarte en períodos de 45 minutos con descansos: si te cuesta mantener la concentración y tendés a dispersarte, dividí el tiempo que le vas a asignar a tu tarea en períodos de 45 minutos con 10 minutos de descanso. Durante esos 45 minutos dejá lejos todos los distractores externos: el celular en otra habitación, sacar las notificaciones de mails, apagar la televisión, buscar un lugar aislado y sin ruidos.
Esperemos que estos tips te hayan servido, y te dejamos una última frase-recomendación de Silvina (podés encontrarla en su web): “Cuando falta la motivación hay que aplicar las disciplina”.