Hacer el ejercicio de prestar atención a los pensamientos que se repiten una y otra vez en nuestra mente, nos entrega una gran información acerca de cómo estamos vibrando en este momento y en dónde necesitamos hacer algún cambio personal.
Cuando estés haciendo tiempo en alguna fila, o sentada esperando a que te llamen, tomate un momento para registrar conscientemente cuáles son los pensamientos que llegan, uno detrás del otro, a tu cabeza. ¿Son quejas? ¿Son sueños o ilusiones sobre lo que te gustaría vivir? ¿Son críticas hacia alguien más? ¿Es el repaso de todo lo que tenés pendiente? ¿Son culpas o retos que te das a vos mismo? ¿Son canciones?
Recordemos que los pensamientos hablan de cómo estamos ahora, generan una energía en nuestro cuerpo y, por supuesto, en lo que manifestamos en la realidad concreta. No me animo a decir tan rígidamente que somos nuestros pensamientos, pero sí que podemos convertir nuestra vida en ellos, cuando dejamos que se instalen y nos devoren.
El pensamiento puede entrenarse
Está comprobado que, así como generamos hábitos y rutinas de acciones diarias, también, podemos trabajar para pensar mejor, para pensar desde y hacia el bien, para iluminar nuestra salud física y emocional a través de una limpieza y renovación en nuestra mente.
Un pensamiento siempre negativo, siempre grisáceo, ensucia y tiñe lo que creamos y lo que recibimos. En periodos prolongados, nos provoca tristeza, auto boicot y falta de claridad para ver soluciones y oportunidades. Pero, sobre todas las cosas, nos aminora el amor. El amor por vos, por lo que te fue dado, por lo que podés y sos capaz de luchar para concretar sueños, para adaptarte, para fluir, para alcanzar tus montañas.