Si bien somos nosotros quienes intentamos enseñarles todo tipo de conocimientos y experiencias, es un gran ejercicio el ponernos del otro lado y dejarnos cuidar y aprender de los más chiquitos de la familia. Muchas veces, ellos saben exactamente lo que estamos necesitando.
Alguna vez lo sentiste
Seguramente, te habrá pasado que en días no tan felices, son tus hijos o tus sobrinos o alguno de los niños que te rodeaba quien se acercó y te dio exactamente lo que estabas necesitando, sin que vos se lo hayas pedido. Quizás te hizo reír, quizás caminó directo para abrazarte y quedarse arrimado a vos por varios minutos, quizás te mostró algún tesoro importante para él y te recordó cuán valioso es compartir tu mundo con personas especiales.
Ellos sienten y captan
Si hay algo que saben hacer los niños es observar. Y como no tienen etiquetas ni prejuicios, tienden a captar mucho más que los adultos porque su sensibilidad está completamente abierta en la etapa de la niñez. Es muy común que los chicos sepan con solo mirarte o arrimarse a vos cuándo estás triste, cuándo estás preocupado, cuándo te sentís asustado o cuándo realmente estás disfrutando junto a ellos.
La maestría de dejarnos guiar
Estar con niños siempre es una invitación. Es una oportunidad para dejarnos guiar cuando con sus deditos indican a dónde quisieran ir. Es recordar cómo jugar siempre que podamos, como imaginar las historias que nos gustaría poder vivir. La fantasía siempre activa parte de la realidad y ellos lo saben desde un primer momento.
Saben cómo dar un beso o un abrazo sin motivo ni explicación. Tienen manos que curan y las apoyan sobre todo lo que aman y cuidan. Se respetan y no se dejan abrazar por quien no les es afín, se valoran y por eso dejan bien en claro con quienes aman dormir a upa por horas y horas. Saben muy bien sobre quién soñar…